¡Ya somos casi australianos!

El móvil español no ha dejado de sonar durante toda la semana. O bien en forma de mensajes como éste:

“Ha habido un movimiento raro en su cuenta xxx.xxx1. Aviso de La Caixa. Departamento de Movimientos Raros”. O con llamadas de chicas con acento sudamericano a horas raras.

“Señor Don Corcobado, le avisamos de que su cuenta parece que está siendo utilizada por alguien que no es usted, y es raro”.

“¿Qué quiere decir?”, le pregunto extrañado.

“Parece que alguien está utilizando su tarjeta en Australia, señor, creo que es raro.”

“No, soy yo, que estoy viviendo en Australia”.

“Es que hay un gasto de 1950 euros del departamento de inmigración de Australia…me parece raro…”.

“No es raro. Es que estamos tramitando los papeles para ser australianos y el coste del proceso es ese. Todo está bien. Aunque suene raro”. 

El departamento de Movimientos Raros de La Caixa contrata a gente en Sudamérica para pagarles menos y les instruyen para que digan “raro” al final de cada frase.

“Muy bien, entonces, señor Don Corcobado, le aceptamos ese pago del departamento de inmigración australiano…”

“Por supuesto. Aunque suene raro".

Cinco días después de la conversación con la chica del departamento de Movimientos Raros de La Caixa, recibo una llamada de Lorena.

“¿Qué querías?”, me pregunta sin que yo entienda muy bien qué me quiere decir.

“¿Cómo? No sé a qué te refieres”, le digo.

“Es que tengo una llamada tuya en el móvil”.

“Ah, debe ser que antes fui a sacar la basura, y como quería hacerle una fotografía a los bidones de fuera, me puse el iPhone en el calzoncillo y sin querer debí apretar la opción de rellamada y te llamé., eso es todo”. Lorena debió poner en ese momento cara de alucinada, pero me siguió el rollo como si nada y me explicó algo que nos alegraría el día.

“Bueno, no importa. Yo también quería llamarte para darte una buena noticia”,

“¿Qué?", le pregunto impaciente.

“¡Nos acaban de dar la PR!. Ya somos Permanent Residents. Ahora ya somos casi australianos”.

“¡Ooohhh, qué bien!. Hay que celebrarlo por todo lo alto”, le digo feliz.

Para celebrar la obtención de la PR barajamos diferentes opciones.

Opción 1:

Cena cara en un restaurante francés, vino tinto del valle de Barossa, luz tenue y música de un trío de jazz de fondo.

Opción 2:

Hotel de 5 estrellas, cena con velas aromáticas, suite con pétalos de rosa roja encima de la cama, música de piano de cola tocada exclusivamente para nosotros.

Opción 3:

Dos Pizzas (margarita y carbonara), dos Coopers (etiqueta verde), película romántica y partida de Black Jack, póker o chinchón en el sofá de casa hasta que el sueño nos mande a  la cama.

Evidentemente la opción que elegimos es la 3. 

Las pizzas están más pringosas y ricas que cualquier otro día; las cervezas están más frescas y te hacen eructar durante más tiempo seguido sin que el otro sea capaz de articular palabra. 

La película romántica del viernes por la noche es como cualquier otra: Chica gorda enamorada del marido de su hermana (guapa y con éxito); la gorda siempre fue amiga del cuñado, pero nunca se atrevió a declararle su amor. La gorda adelgaza, la hermana con éxito es insoportable y el marido se divorcia  de ella; éste se da cuenta de  repente de que siempre estuvo enamorado de la hermana gorda (que ahora ya esta delgada) de su  ex; le declara su amor eterno mirándole a los ojos y se besan al final de la película en un primer plano que dura más de dos minutos. Esta es la película romántica del viernes noche. The End. Truño total.

Después de la película en donde triunfa el amor, toca tentar a los juegos de azar.

Empezamos por el Black Jack (el 21).

Soy el crupier del Casino que hemos montado en casa. Lorena es principiante en esto de los juegos de azar, se le nota por su mirada perdida.

“Buenas noches, señorita. ¿Le apetece jugarse unas fichas al Black Jack ésta noche?”, soy el crupier más educado del salón y le lanzo la caña de forma descarada.

“Vale”, me contesta ella, metida en el papel de jugadora principiante.

Dos rondas más tarde, Lorena hace saltar la banca y se queda con todas las fichas del Casino. Soy un desastre como crupier y he dejado arruinado al Casino. Lo mejor es cambiar de juego y terminar el día con algo más español.

“¿Nos echamos una partidita al chinchón?”, pregunta Lorena con todas las fichas del Casino en el bolsillo.

Las reglas del chinchón son nuevas para mí. Hacer escaleras de colores, tríos con reyes, cuartetos del mismo palo y demás frases que parecen pertenecer a canciones de cantautores en declive, me anima a resarcirme del descalabro del Casino. En dos manos estoy totalmente metido en el juego. Sumamos los números de las cartas desparejadas del que pierde y  restamos 10 puntos al que gana. Entran cartas buenas y manos horrorosas. En el peor momento de la noche para Lorena y cuando yo empezaba a ganar cada mano de la partida, Lorena me suelta:

“Menudas cartas que me estás repartiendo, son un “Zurullaco” total".

“¡Qué gran palabra “Zurullaco!", le digo riéndome.

“¿No parece el nombre de un equipo de fútbol turco?”.

“O también podría ser el de un equipo de baloncesto griego”.

Evidentemente era muy tarde cuando nos fuimos a dormir siendo un poco más australianos que ayer. La hora de los juegos de azar termina con empate a 89 en el chinchón y  la sensación de que el equipo del Zurullacos (que decidimos que sea turco y juegue al fútbol) será la revelación de la próxima Champions League.

Por cierto: Temperatura en Mawson Lakes: 16ºC. Temperatura en Barcelona: 20ºC. (-4). Que la diferencia horaria ya os la tenéis que saber.